jueves, 20 de septiembre de 2012

Christchurch, como dice el dicho…


El jueves 12 de julio pasado el mediodía llegamos a la isla más austral de las principales que componen Nueva Zelanda, dejamos el aeropuerto de Christchurch y nos fuimos en búsqueda de nuestra “campervan” (aca se llama así, para nosotros es una “casarodante” o en su defecto “motorjom”…je), para finalmente encontrarnos con “la familia”, un grupo de uruguayos con quienes nos hicimos muy amigos y a quienes veíamos regularmente.
Todos venía bien, ya estábamos acomodando los bolsos en nuestra nueva casa mientras terminaban el papeleo, cuando nos llaman de la oficina diciéndonos que la tarjeta de crédito había sido rechazada, poniéndonos la carita de “estos argentinos se quieren pasar de vivos”. Habiéndo usado la tarjeta de crédito unos días atrás, nos resultó raro, fundamentalmente porque no queríamos pagar con dicha tarjeta, era simplemente para hacer un Boucher por NZD 250 que te piden como deposito a modo de seguro. Después de probar con otras tarjetas de crédito que teníamos y obtener nuevos rechazos, y habiendo agotado todas las posibilidades sin que la empresa nos aceptara ninguna, quedamos en bolas siendo para este entonces, más de las 4 de la tarde y sin posibilidad de ir a otra empresa de campervan. Así que no nos quedó opción y tuvimos que pedir rescate a la familia, quienes viven a unos 50 km de Christchurch.
Considerando que estábamos en el medio de la nada y quedando tan solo una hora de luz, decidimos separarnos y hacer dedo para llegar a algún mejor lugar para esperar a nuestros amigos. Por suerte, a los pocos minutos ya estábamos “ubicados” en diferentes autos y rumbo a la civilización…Quedará para otro momento u otra vida tal vez, pero viajar a dedo es algo que me resulta divertido y me gustaría hacer.
Por la noche, en la cada de los 6 uruguayos disfrutamos de las clásicas y exquisitas pizzas caseras del Peque, y el viernes por la mañana encaramos en búsqueda de alternativas a nuestro percance con el alquiler de la van. Gracias a Dios, al poco tiempo de buscar encontramos una alternativa muy parecida a la que teníamos y sin necesidad de poner tarjeta de crédito.
Por la noche nos dimos una vuelta por el bar local, típico barsucho (sin desmerecer, obviamente) del pequeño pueblo de viñedos donde se junta medio pueblo a tomarse unas cuantas birritas, jugar unos pooles y ver rugby en la tele. Parece de película yankee, pero es así con cada personaje tal cual lo pinta Hollywood.
Finalmente, el sábado por la mañana nuestros amigos nos llevan a buscar la van donde arrancaríamos la recorrida, y cuando nos estábamos despidiendo, uno de ellos nos pregunta “¿y a donde van ahora?”, “Lake Tekapo” -contesto yo-. “¿y a cuantos km queda?”. “250 km, más o menos” –vuelvo a contestar, ilusionándome con lo que se estaba gestando.

El momento de la despedida....¿?

“Llamá a los pibes y preguntales quienes quieren venir” sentenció el Peque, sin darle posibilidades a Pepe de arrepentirse. Un par de horas más tarde, sanguchitos viajeros de por medio, estábamos los 7 en viaje.
Así que como dice el dicho “no hay mal que por bien no venga” y el alquiler fallido de la van resultó en un viaje multitudinario hacia uno de los lagos más lindos de la isla sur.

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