viernes, 21 de septiembre de 2012

Lake Tekapo – Mount Cook, al mal tiempo botas y sonrisa!


Sábado al mediodía y con compañía tan inesperada como grata, llegamos a Lake Tekapo, un hermoso lago ubicado en el centro de la isla sur. Pintó mesita de camping y a compartir unos “refuerzos” (como le dicen los uruguayos a los sanguchitos de jamón y queso). Caminatita, foto para acá, foto para allá, y a seguir viaje antes de que caiga el sol por completo!


A penas entrada la noche llegamos a Mount Cook, y con nosotros también arribó la lluvia…fuck! Poco nos importó…salieron juegos de cartas y vino a granel, los siete meditdos en la van! Ajustadito pero confortable…jeje
Concluido el rezo y el pedido de que parara la lluvia, nos fuimos a dormir. Temprano en la mañana siguiente, nos despertamos dándonos cuenta de que nuestras plegarias no habían sido escuchadas, o al menos por completo. Nos fuimos al refugio de la zona a desayunar y debatir que hacíamos. Pasamos por el centro de información, donde viendo nuestras ganas nos dijeron “si tienen ropa y calzado adecuado, no el que llevan puesto, y no les importa mojarse, pueden hacer esta caminata de 4 hs”. Así fue como entonces decidimos arrancar, con nuestra ropa pero con calzado alquilado y lamentablemente con la baja de un soldado, nuestra caminata bajo la lluvia.
A medida que avanzábamos, si bien la intensidad de la lluvia variaba, iban apareciendo puentes, lagos, montañas nevadas y otros maravillosos paisajes que pese al frio y al cansancio, nos motivaban a seguir. La lluvia agrandaba los surcos de agua y el sendero, claramente pensado para ser transitado en verano y con solo, se inundaba más y más, pero las botas impermeables nos mantenían secos y calentitos (creo que fue la mejor inversión que hicimos en NZ).

Poco más de 3 hs nos llevó la caminata hasta que finalmente detrás de unas rocas, apareció el tan esperado Glaciar Mueller, allá a lo lejos al término de un lago semi-congelado que hacía la vista aún más espectacular. Al salir del valle, el viento y el frio se triplicaron, pero la felicidad de haber llegado y lo maravilloso del lugar, lo compensaban ampliamente. Nuevamente nos convertimos en turistas chinos y sacamos un millón de fotos, y al rato, sin demorarnos demasiado, emprendimos la vuelta para llegar antes de que cayera el sol.


Con un hambre de jubilado nos fuimos en busca de algo calentito y suculento, pero en el valle solo había un hotel 5 estrellas y un complejo de mucho nivel, muy alejado de nuestras posibilidades económicas y sobre todo de nuestro patético aspecto en ese momento. Pese a esto, un par de los chicos enceguecidos por el hambre, decidieron ir al restaurante del hotel. La ilusión les duró poco y se chocaron con la dura realidad al abrir la carta. Lo cierto fue que terminamos comprando unas pizzas con el precio de “El cuartito” y la calidad de “Huggis”. Complementamos la cena con unos noodles de backpacker y despedimos a la familia que emprendía el regreso. Por nuestra parte, exhaustos pero igualmente contentos, nos fuimos a dormir a nuestra casa móvil.

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